sábado, 11 de abril de 2020

Abandonemos la siesta, para cuando nos saquen de la cuarentena.

“Porque todos, tanto los que gobiernan como los gobernados, son hombres, que rehúyen el trabajo y propenden al placer”. (Spinoza, B. “Tratado teológico-político”. “El estado hebreo”. Capítulo XVII. P 20.)  La presente es una propuesta ciudadana, desde uno de los arrabales más pobres del país. Consiste en desregular los horarios en los que culturalmente, multitudes que poblamos la zona norte del país, para aprovechar el tiempo denominado “siesta” luego del mediodía y antes de la tarde, para aplicar un nuevo turno laboral en la administración pública, como en el ámbito privado, generando con ello, una mayor diversidad de movimiento, menor cantidad de aglomeraciones, una optimización de los recursos existentes en tiempo de restricciones sanitarias, que más allá de sus flexibilizaciones seguirán por un tiempo más largo del deseado y esperado por todos. 

Así como desde el ámbito educativo se piensa en recomponer el calendario, aprovechando semanas de meses como diciembre y febrero, el mundo que nos quede después de la actual pandemia que nos esta asolando, requerirá de cada uno de nosotros algo más que el cumplimiento de la orden del aislamiento preventivo y obligatorio. 
Requerirá por ejemplo de que dejemos de jugar a héroes y villanos, ese juego tan perverso, nocivo y binario, de aplaudir a rabiar a personal médico cuando los vemos a distancia, y de rechazarlos, señalarlos y discriminarlos cuando por algún motivo, que no sea el cuidarnos, se nos avecinan sin que se los pidamos. 
Requerirá que dejemos de pretendernos erigirnos en una república aparte, por el delirio de uno o de varios, no sin antes, integrarnos y dejar los tristes y crueles números de tantos hermanos viviendo en el estrago de la pobreza, la marginalidad y el hambre retrasado. 
Requerirá que en otros tiempos de crisis, que sobrevendrán por la innata incapacidad de poder prever todos lo acontecimientos que puedan condicionarnos, tengamos una verdadera actitud solidaria, de pedirles y requerirles mayores esfuerzos a los que tengan mayor capacidad de sobrellevarlos o de responsabilidad en tal sentido, y que no recaiga, como siempre, la uniformidad de que todos por igual seamos responsables de enfermarnos o no, y con ello de afectar a todo el espacio comunitario. 
Requerirá de que comprendamos, que las personas que crean, piensan y reflexionan, hacen el mismo trabajo, aporte y colaboración para con el colectivo ciudadano, que aquellos que hacen, producen e intercambian en un mundo que seguramente, se repensará en relación a sus nuevos tiempos, espacios y prioridades. 
Requerirá que reveamos, más allá de dogmas, de creencias, de religiones, de ideologías y supersticiones, la tabla de posiciones de nuestras acciones y valores, para volver a dotar de sentido, a una vida que no sea un triste paso, de reiteraciones, multiplicaciones, repeticiones y acumulaciones, a las que tal vez nos veníamos consagrando, sin tener en cuenta a ese otro, al que ahora no podemos, tocarlo, abrazarlo ni besarlo.
Requerirá ese mundo, de nosotros cuando salgamos, que seamos otros para nosotros, para el vínculo, para la traducción y el intercambio. 
Requerirá que algo que este a nuestro alcance, como modificar costumbres y calendario, hagamos, para que luego, podamos trabajar, social y políticamente, en la conformación de una comunidad, que con esos otros valores que vayamos logrando, alumbre nuevas o renovadas multitudes, que pretendamos otras cosas de nuestros políticos y representantes, y de tal manera se los hagamos sentir, cuando sean candidatos y cuando los unjamos. 

Por Francisco Tomás González Cabañas.