Es vergonzoso que a esta altura de la consolidación
democrática, tengamos que pedir, que clamar, que implorar, un debate público
entre los tres candidatos que disputaran la jefatura de gobierno de una ciudad
como Corrientes. Nos rasgamos o mejor dicho desgarramos las vestiduras, con
declaraciones de campaña, con fotos al mejor estilo avistaje de pobres o en plena acción política travestida
en rol de gobierno (es decir cumpliendo la obligación que tienen, pero posando
para la cámara para luego con los medios pagos, reclamarle al ciudadano que reconozca
tal labor, exhortándolo a que los vote nuevamente para que sigan percibiendo suculentos ingresos mucho
más allá de la media) con salutaciones edulcoradas, aguardando los tiempos
finales incluso para aceptar cuando se despachen con la orgía de prebendas y
dádivas y nada hacemos o decimos, para propender a esta acción que debería ser
una política de estado. En todos los órdenes, nacional, provincial y municipal,
debería existir una normativa que imponga a todo candidato con posibilidades de
hacerse con un ejecutivo de confrontar sus ideas con el resto de los
pretendientes. Esto impulsaría incluso que se presenten con su equipos de
gobierno, con quiénes se harán acompañar en sus posibles gestiones, o ¿acaso
seguimos votando, como siglos atrás, una suerte de suma de poder público, para que
un candidato arme y desarme como le plazca su agenda de gobierno, la que previa
y supuestamente hizo pública en medios que paga o con fondos públicos o con
fondos oscuros de la financiación ilegal de la política?. ¿No nos estamos
perdiendo de la mejor herramienta como para conocer a nuestros candidatos, o
porque fiarnos de sus propias campañas de sus mates organizados por red social,
de sus timbreos espontáneos, de sus caminatas casuales? ¿No son acaso, todas
estas, artimañas publicitarias, creadas para que tengamos la sensación de que
los candidatos son abiertos no solo a su disponibilidad de tiempo, sino de
mente, como se dice vulgarmente, de cabeza, como para escuchar y más luego
poder comprender, otras razones que no sean las suyas?.
¿El que no tengamos un debate público, o el que tengamos que
pedirlo desde una institución que no percibe fondos públicos, no habla acaso de
toda nuestra clase dirigente, en su gran mayoría, cómplice y mendaz, a la
espera de cerrar con el ganador, habiendo apostado a los que tengan más chance antes, para acordar sus camándulas facciosas
y sectoriales, y habiendo conseguido esto, dejar al gobernante que acomode a
diestra y siniestra, en los lugares públicos a cuanto amigo y pariente desee,
sin decirle o reclamarle ninguna ética ciudadana?
¿El que sólo manifestemos nuestros puntos de vista, de los
aspectos públicos en el ámbito virtual, es acaso una solución o parte del
problema, dado que podemos dar vida a esta iniciativa casi inmediatamente, pero
sí no se la respalda, no se la comparte, sino se la adopta, por parte de
instituciones como el Colegio de Abogados, la Federación económica o el
Arzobispado, como para que ofrezcan sus instalaciones para organizar el debate
y si no se la difunde por medios que sean parte de lo democrático y lo
republicano, solo quedara como otro intento más, vano y efímero, para
consolidar nuestras instituciones?
Nosotros nos hacemos estas preguntas, los ciudadanos y la
clase dirigente tienen las respuestas. En el caso de que hagamos el debate
público, del público saldrán las preguntas y los candidatos tendrán que dar sus
respuestas. Posiblemente esta sea la razón principal por las que desde la
política no se promueven debates. Son esencialmente lugares en donde se deben
dar respuestas. Ellos están debiendo varias o las que dieron dejaron mucho que
desear, de todas maneras, lo mejor que pueden hacer es ir a debate, de lo
contrario, están siendo parte del problema y no de la solución o de las
respuestas que la democracia requiere.
“Lo preocupante se muestra en que todavía no pensamos.
Todavía no, a pesar de que el estado del mundo da que pensar cada vez más. Pero
este proceso parece exigir más bien que el hombre actúe, en lugar de estar
hablando en conferencias y congresos y de estar moviéndose en el mero imaginar
lo que debería ser y el modo como debería ser hecho. En consecuencia falta
acción y no falta en absoluto pensamiento. Y sin embargo…es posible que hasta
nuestro días, y desde hace siglos, el hombre haya estado actuando demasiado y
pensando demasiado poco”. (Heidegger, M. “¿Qué quiere decir pensar?. Ediciones
del Serbal. Barcelona. 1994. Pág. 114.)
Centro de estudios Desiderio Sosa.