Por supuesto que se trata de un
juego de palabras. Todo en occidente lo es. La comunicación, la política y por
ende las últimas y las primeras causas; la filosofía. El distrito del lenguaje,
es el de mayor consistencia en donde se acendra la legitimidad de lo
democrático; que por definición y hasta antológicamente, no sólo que es
palabra, sino más que nada un juego. En el muladar latinoamericano desde que
este escriba posiciona su perspectiva,
el centenario partido radical (que nace de la revolución del parque y que
extrañamente siglo después amalgama en el imaginario de lo que representa el
valor de reinstaurar y proteger lo democrático) gobierna, peronisticamente (es
decir usufructuando los límites de las leyes electorales, exprimiendo las
reelecciones, generando sucesiones familiares y suprimiendo la posibilidad de
internas tanto dentro del partido, como por fuera del movimiento del que es eje
y que aglutina otros partidos) o como lo hizo su contrapeso (en la lógica de
sostener la formalidad democrática, en la astucia del juego del policía bueno y
malo, cada cual desarrolla supuestas virtudes que en verdad no son tales y que
gravosamente no sortean por ejemplo el peor de los males estructurales: la
pobreza y marginalidad extrema al que someten a grandes y extensos bolsones de
la población) demostrando un conocimiento cabal, casi absoluto y total, de la democracia
en sí misma, cuestionándose por tanto, si esa radicalidad (la de en este caso
gobernar, casi hace dos décadas, tener mayoría o control estratégicos en los
poderes legislativos e incidencias manifiesta en el judicial) acaso no es
antidemocrática, en un terruño, en una comarca en donde casi la mitad de la población
no puede sortear la pobreza a la que ex profeso es subsumida y muy pocos, que
son perseguidos y hasta caracterizados (a diferencia de siglos atrás condenando
a la hoguera en la actualidad, cercenados y condicionados por el ninguneo y la
indiferencia que se vierte desde la cúspide del poder) poco pueden realizar,
como este artículo mismo, para que se pueda pensar la radicalidad democrática.
“Toni Negri piensa en una revolución
de la multitud como instancia en que se rompe la creencia en la representación
y emerge la posibilidad de una democracia radical. En una lógica transicional
plena, ya que la transición no es distinta al proceso, no es una etapa
separable en la que cualquier tipo de acción estaría legitimada por la relación
entre unos medios actuales y unos fines futuros. Por el contrario, el proceso
tiene ya las características de esa democracia radical y su despliegue es la experimentación
colectiva y el aprendizaje del autogobierno”. (Pennisi, A. Pasión democrática.
Editorial Quadrata. Página 103. 2013. Buenos Aires)
Esta percepción de cómo sería una
democracia radical, no tiene absolutamente que ver con el desempeño o la
construcción democrática por parte de un gobierno que se precie perteneciente o
seguidor de las ideas del radicalismo argentino. Si bien, desde un inicio se especificó
que en definitiva se trataba de un juego de palabras, el de hermanar el
concepto de filosofía política de democracia radical, con la concepción política
en la praxis, en el hacer de gobiernos enmarcados en las filas de la unión
cívica radical.
Sí tomáramos la provincia de
Jujuy, en donde el foco acerca del actuar de la justicia, está siendo analizado
por organismos internacionales en relación a presos, que para algunos son
considerados políticos, el análisis se reduciría a tal efecto y puntualización
y se perdería el eje de lo que se pretende analizar, de todas maneras, tampoco
es extraño, al menos señalar que la misma expresión política que se adjudicó la
plena instancia de los derechos del hombre en la Argentina, padeciendo por ello,
el intento de golpes de facto y la realización de corridas cambiarias,
financieras y hasta asonadas sindicales, décadas después en un arrabal norteño
es objeto de severas críticas en la plenitud o el sostenimiento de un estado de
derecho formal.
Tampoco en estas líneas daremos
cuestionamientos teóricos, acerca de lo que podría ser una posición al menos
Eurocentrista de los postulados de Negri, lo cierto es que su planteo de
democracia radical, democracia en los hechos, disolviendo la representación, está
mucho más cerca de los inicios del radicalismo, es decir del hito de la
revolución del parque.
Claro que hablar en términos de
revolución, siempre es y sobre todo, para los medios de comunicación, algo más
allá de lo tabú, expresamente de lo prohibido o lo que será caracterizado como
el anhelo de quiénes no están bien de la cabeza y merecen el ninguneo y la
indiferencia permanente.
En esta lógica de complicidad
mórbida con lo antidemocrático, extrañamente, los dueños de los medios, de terruños
inviables para la inclusión social, no terminan de comprender, que jamás podrán
disfrutar de sus millones y privilegios, si continúan en la letanía de seguir dándoles
espacios, únicamente, a los violadores de lo democrático, si ponen al servicio
de estos trúhanes republicanos, las páginas de sus medios, para replicar las
tristes y ubérrimas gacetillas de prensa, de quienes, en la plenitud de sus
doctas ignorancias, en lo excelso de lo estulto, ventilan, difundiendo sus
prácticas perversas, difamando para ello el proceder de lo que debería ser una
radicalidad democrática, no publicando para ello, los análisis y las
interpretaciones críticas de ese proceder democrático, entonces, concluimos
evidentemente de que no tenemos una
sociedad o una comunidad democrática.
Probablemente la radicalidad de
lo democrático se deba expresar mediante una revuelta, como lo plantea Negri,
tal hipótesis permanecerá en el ámbito de lo teórico, en el mientras tanto o en
el anverso de esta tesitura, la democracia ejercida por el radicalismo actual,
mientras más alejado de los propuestos teóricos de la democrático desarrolle su
accionar, más tendrá que ver con su éxito, con su continuidad y con su
perpetuación en el tiempo.
Por tanto, radicalismo y
democracia, en todos y cada uno de los sentidos ambos términos, pasan a ser conceptos
excluyentes y hasta contradictorios en sí mismos.