Vicente Blasco Ibáñez, en lo que resulte tal vez una de sus tantas actividades no tan conocidas, fundó colonias agrícolas en el interior Argentino, una de ellas, “Nueva Valencia”, ubicada a escasos kilómetros desde donde esto se suscribe. Internarse en la pasión que generó su derrotero literario-político, es ámbito de historiadores y académicos, de observadores iberoamericanos y de hombres de tertulia política. Sin embargo, para el público masivo, y sin temor a ser injustos con la intensidad social y colectiva con la que vivió, además exitosamente para los términos resultadistas, podríamos afirmar que luchó incansablemente contra todo tipo de tutela, de representatividad y de delegación. Menuda lucha, pues en la arena política, el principio de soberanía indelegable, debía ser refrendado en las calles, mediante la convocatoria de su periódico, que salía la mitad que los tradicionales y que hablaba el lenguaje de los no contemplados o incluidos. Parapetarse frente a la monarquía, en los términos políticos y literarios, en los que lo hizo (expresando que el país de Don Quijote, se había transformado en su asno glotón, producto de los monarcas por ejemplo), propugnar por el laicismo y escribir un libro entero (La araña negra) describiendo, sin contemplación el espíritu conquistador de lo Jesuita y bosquejar un republicanismo sin hacer eje en lo electoral, debió ser más que suficiente, para este Valenciano, que además le puso el cuerpo y dinero, a los emprendimientos agrícolas-colectivos señalados y lejos de su Europa natal, como para refundar todo lo que se unificaba en las pretensiones, altruistas y altisonantes de don Vicente.
Tal como existe una lectura, de que la filosofía de la liberación, es
producto de un maridaje de concepciones neomarxistas y heideggerianas, por
tanto vendría a ser una suerte de hijo latinoamericanista de padres europeos,
no menos cierto, y por tanto arriesgado en lo teórico, es que existe desde hace
tiempo un Blasquismo Latinoamericano.
Desde las Repúblicas, hasta las revoluciones en Latinoamericana, nunca
tuvieron como eje central el “purismo” electoral. Muchos sistemas que se
preciaban hasta de democráticos, augurando una supuesta igualdad de derechos y
de posibilidades, ni siquiera en la práctica aseguraban que todos pudiesen
votar (en Argentina la ley del voto universal, no contemplaba a las mujeres),
como sí además sólo en el ejercicio del voto, se pudiese tener lo mejor que en
teoría propusiera o dispusiera una República.
A contrasentido de
lo intentara el propio Vicente, y que posiblemente en forma inconsciente
hubiese pretendido germinar en estas pampas, la tutela, la representatividad,
la delegación, y por ende el camino fino, ante la subordinación y la
dependencia a una lógica de amo-esclavo, está a la vuelta de la esquina en
nuestras calles.
Hasta a los aviones
le ponemos la nafta, justa, no sólo porque nunca alcanza, sino porque creemos
que alguien siempre nos salvará, que finalmente la responsabilidad de nuestra
existencia, tiene que ver con un orden divino, cósmico, con forma o rostro,
paternal o maternal, con una mano ancha que nos columpia en lo estatal y en lo
salvífico. Posiblemente en Latinoamérica sea más fácil demostrar fáctica, que
teóricamente, la existencia de dios, de lo contrario, viviríamos con mayor
asiduidad accidentes evitables o estados anárquicos en virtud de la impensada
tolerancia ante tanta desigualdad e injusticia en la tierra.
También tuvo razón
Vicente con respecto a lo Jesuita, en una opinión compartida con Napoleón, en
relación a la orden religiosa, pero respecto a lo generado por estas tierras,
toda aquella impronta, ya es indiscernible de nuestro acervo cultural y
espiritual.
Los conceptos
educativos y laborales, están profundamente vinculados con el trabajo de lo
Jesuita, de lo contrario, tal vez hubiésemos retardado años o décadas el
avance-retroceso de lo tecnológico-ciencista.
Fundar un
Blasquismo Latinoamericano, y aquí radica la provocación intelectual del texto,
sería propender, basado en las razones del afamado antimonárquico, a un sistema
de monarquía constitucional en la Nueva Valencia (es decir en estas tierra
Latinoamericanas), para luego de tal experiencia (aprendizaje mediante de
llevar a cabo el ejercicio de la soberanía en la acción) poder llevar a cabo una república con valores
democráticos, asequibles, realizables y no meramente semánticos.
APOYANOS EN ESTA CONMEMORACÍÓN A DON VICENTE.